domingo, 22 de octubre de 2017

El lado oscuro del evolucionismo de Darwin y Spencer



Carlo R. Sabariz
 
A mediados del siglo XIX, a partir de su famoso viaje en el Beagle, Darwin comprobó empíricamente que las especies evolucionan al mejorar su adaptación al entorno, de tal manera que se produce una selección natural: las especies y los individuos más aptos sobreviven, al tiempo que los más débiles desaparecen. Quedaba así demostrada una idea que venía de antiguo (ya planteada por Anaximandro o Empédocles) y que pensadores como Lamarck o Spencer habían promovido antes que el propio Darwin. Este nuevo paradigma, que inevitablemente tuvo que admitir al ser humano como un animal más, chocó frontalmente con el creacionismo religioso, esto es, la idea de que Dios creó al hombre y que este es un ser especial, superior, inmutable y cualitativamente diferente al resto de los animales. La controversia llega hasta hoy y en el fondo reproduce la disputa histórica entre ciencia y religión.
No obstante, no es este debate el que quisiera comentar aqui, sino cómo Spencer y Darwin (y muchos otros detrás) trasladaron estas ideas del ámbito de la biología al marco de las sociedades humanas. Se trata de una aplicación perversa y tramposa que, desgraciadamente, sigue latente hoy en dia. Según su razonamiento, si en la naturaleza sobreviven los individuos mas fuertes y que mejor se adaptan a su entorno, lo mismo ocurre entre los individuos de una sociedad y entre las propias sociedades. De este modo, en «El origen del hombre», Darwin se unió a las teorias eugenésicas que defendían la existencia de una relación directa entre el tamaño del cráneo y la inteligencia. Un disparate que actualmente está totalmente desacreditado desde el punto de vista científico pero que ha ocasionado un daño terrible. En efecto, Darwin creyó que las mujeres, los asiáticos o los aborígenes australianos eran seres inferiores y claro, ¿saben quienes se sirvieron de estas ideas pseudocientificas? Entre otros, dos angelitos como Hitler y Mussolini.
Por su parte, Spencer postuló que las personas más ricas eran en realidad los más fuertes de la sociedad, y que si habían llegado a ese estatus, era porque así lo habían merecido. Partiendo de una defensa a ultranza de la libertad individual y del principio del laissez-faire, consideraba al Estado como el gran enemigo que era necesario reducir al mínimo. Rápidamente, muchos ricachones del momento, sobre todo en Estados Unidos, recibieron a Spencer como una bendición y le pusieron una alfombra roja para que pudiera difundir estas ideas a diestro y siniestro. Más adelante, sirvió como inspiración de la ideología neoliberal de Friedrich Hayek o Milton Friedman, otros dos angelitos.
La irónica y perversa paradoja de esta visión es que, tomando como punto de partida la defensa radical de la libertad individual, se termina en un despiadado ultraconservadurismo que quiere eliminar todos los obstáculos para que se cumpla en su máxima expresión la ley del más fuerte. Igualmente, aunque Spencer criticó las formas de imperialismo, sus teorias funcionaron como alimento ideológico y justificación de las atrocidades que cometieron los imperios europeos a finales del siglo XIX y principios del XX. Personalmente, creo que todos estos intentos son el fruto de una enfermedad: la locura del hombre blanco occidental por demostrar su superioridad y justificar su violencia. No nos dejemos engatusar por estos cantos de sirena que no poseen apoyo cientifico alguno. Tanto Spencer como Darwin obviaron, de forma tendenciosa, la importancia que poseen el ambiente y las circunstancias en la educación de un individuo. Si en lugar de haberse criado en el seno de familias elitistas que gozaban de un alto poder económico e intelectual, hubieran nacido en los suburbios de Manchester, en los campos de esclavos de la America sureña o en los arrabales de Ciudad del Cabo, ¿habrian postulado lo que postularon? Pueden estar seguros de que otro gallo cantaría, o probablemente, ni siquiera hubieran tenido la oportunidad de cantar. 

Publicado no Progreso o 5-8-2017

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