miércoles, 22 de enero de 2014

Balones fuera

Carlo R. Sabariz



Desde hace cinco años vienen repitiéndonos como un mantra eso de: «¡Han vivido ustedes por encima de sus posibilidades! ¡Ahora hay que apretarse el cinturón!». Ya se sabe: una mentira mil veces repetidas acaba por sustituir a la verdad. Y claro, uno, si no es de «poner la otra mejilla, y la otra, y la otra…», pues no le queda más que indignarse, porque dígame usted cómo vive uno más allá de lo posible. Que se sepa, esta capacidad solo ha estado en manos de los dioses, hasta ahora.
En el mundo no metafísico, esto de «vivir por encima de las posibilidades» es una contradicción entre términos. Por ejemplo, por naturaleza, volar no forma parte de las posibilidades humanas. Por mucho que nos empeñemos, intentar levantar el vuelo como lo pueda hacer una paloma desde una azotea, sigue siendo un acto temerario e infructuoso. Otra cosa es que le proporcionemos al osado algún medio o artilugio, por ejemplo, un ala delta con motor. Esta ha sido la grandeza del humano: desarrollar la tecnología para proporcionarse capacidades, y llegar a donde no llegaba por sí mismo. Pero saltar por encima de lo posible… Esto, hasta el momento, nunca se ha visto.
Esta contradicción no es lo peor, lo más reprobable es que forma parte de una estrategia que busca inocular en el ciudadano de a pie un sentimiento de culpa y corresponsabilidad. La operación está clara: para que el ciudadano medio pague sin rechistar la mayúscula factura, debe sentir que él también es culpable de este tremendo desaguisado.
En verdad, la economía es un terreno complejo e incierto, pero hasta donde sabemos, en el mismo momento en que se crea el dinero se crea la deuda. Es como lo del huevo y la gallina, no se sabe qué va primero. Desde la implantación del euro como moneda única, el Banco Central Europeo es la institución que tiene la potestad de emitir dinero. Los bancos privados y públicos se lo compran a un bajo precio, adquieren una deuda, y aquí se inicia el movimiento del capital, ese movimiento sagrado que, como el agua, si se estanca, acaba por contaminarse.
Recapitulemos. Por un lado, nos intentan hacer creer que tener deudas es un pecado, para de ese modo hacernos sentir partícipes y culpables de esta situación, pero por otro lado: ¡La deuda es el momento cero sobre el que se construye este aparato económico y financiero! ¡La deuda es el pecado original de este sistema!
La cuestión que viene a continuación es: ¿cómo se gestiona esa deuda, y quién la gestiona? Evidentemente, no es el ciudadano el que controla las cuentas públicas y los movimientos financieros. ¿Quién organiza y gestiona los presupuestos del Estado? ¿Quién supervisa las operaciones de los bancos privados? ¿Quién se sentaba en los consejos de administración de las cajas de ahorro? ¿Quién puso esas posibilidades en manos de la gente, y le dijo al cliente: «No se preocupe usted, igual que paga la hipoteca, puede pagar la letra de un coche nuevo?» ¿Quién encargó los proyectos faraónicos como la Cidade da Cultura o los aeropuertos para peatones?
Demasiados balones fuera para tantas preguntas.

Pulicado no Progreso o 23-3-2013

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