Carlo R. Sabariz
En una sociedad
que se autodefine como sociedad de la información y el conocimiento, llama la
atención, que entre tantas discusiones, proclamas, algarabías, disquisiciones y
debates múltiples, se hable tan poco de ética.
No está de más
que empecemos por recordar la diferencia entre moral y ética. Ambas palabras
provienen de la misma voz del griego antiguo, «ethos», que significa
«costumbre», por lo que en principio ambas pudieran entenderse como la ciencia
o el saber de las costumbres. Sin embargo, ya desde su inicio en Grecia
significan cosas diferentes. La moral está formada por los valores y normas en
base a los cuales un individuo o una sociedad guían su conducta. Hay moral más
o menos expresa o consciente en toda forma de vida social humana. Es algo dado,
un hecho indiscutible, que los individuos asimilan a través del proceso de
socialización. Por su parte, la ética es el examen crítico de estos valores y
normas de la moral. Es una actitud y un esfuerzo que comparte con la filosofía,
el cuestionamiento crítico de lo dado, y es una práctica, el ejercicio
reflexivo de repensar estos principios de conducta y convivencia. Tampoco se
trata de tirar abajo todos los principios de la moral, no, se trata de
discutirlos y depurarlos.
Ahora bien, vemos
cómo desde hace tiempo y cada vez con más fuerza, lo económico y su lenguaje
van invadiendo todas las esferas de la realidad. Hablábamos de moralidades y
ética, en este caso lo preciso es hablar de a-moralidad, es decir, de ausencia
de principios y valores que regulen la conducta. La razón del capital parece no
tener freno ni límites, no le interesan los fines, no le interesa lo humano,
sólo persigue minimizar los costes y maximizar los beneficios materiales. Por
eso su preocupación se centra en los medios, en los instrumentos para la
consecución pronta y eficaz de su único fin. Por eso no hay discusión sobre los
fines, y sí debate en cómo llegar a los consumidores, cómo mejorar la
productividad y la competitividad a nivel macroeconómico, qué medidas
implementar, qué estrategias de marketing poner en marcha, cómo entrar en este
o aquel mercado, etcétera. Lo que importan son los medios y es por esto que
decimos que la razón capitalista opera como mera razón instrumental.
En nuestro
contexto, es curioso ver cómo la derecha que dirige ahora este país profesa un
conservadurismo reaccionario en lo que se refiere a las costumbres, y por
contra, defiende un liberalismo privatizador en el ámbito económico. Más acá de
las imposiciones presupuestarias de Bruselas, pienso que tienen una idea muy
clara de cómo quieren gestionar lo público y ello se hace elocuente en el
espacio de la educación. El hecho de nombrar a un profesor del departamento de
“Organización de Empresas y Marketing” de la Universidad de Vigo como
conselleiro de Cultura, Educación y Ordenación Universitaria, y a un señor
especialista en sondeos de opinión y cálculo de audiencias, consultor del BBVA
en los últimos años, como ministro de Educación y Cultura en Madrid, no hace
pensar en que tengan mucho interés en potenciar una escuela pública, laica y
humanista.
En el
anteproyecto de la ley orgánica de educación (LOMCE) que el ministerio ha hecho
público hace tres meses se aprecia desde la primera línea cómo lo económico se
introduce de lleno en el ámbito educativo. El texto comienza: «La educación es
el motor que promueve la competitividad y el nivel de prosperidad de un país».
Entiéndase prosperidad como PIB del país. Y a continuación: «Mejorar el nivel
educativo de los ciudadanos supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de
alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico
y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global». El texto está
impregnado de términos económicos: competitividad, input-output, empleabilidad,
niveles de inversión, etc. El primer artículo concluye: «Esta ley orgánica es
el resultado de un diálogo abierto y sincero con toda la comunidad educativa».
Días después de la publicación de este anteproyecto, el señor Wert admitió que
la Iglesia había sido el único ente consultado.
Preguntémonos:
¿Qué valores debe defender y promover la educación pública? ¿Debe jugar la
ética un papel relevante dentro de una sociedad?
Publicado no
Progreso 12-1-2013
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